dilluns, 28 de gener del 2013

Evaluar sí, ¿pero cómo?

María Alonso
Opinió - Es claro y bien sabido que evaluar el aprendizaje de los peques es una tarea fundamental en el proceso de enseñanza. El problema (o el debate) viene a la hora de elegir el método o el recurso por el cual se evalúa, y que en etapas estudiantiles tales como la Secundaria, el Bachillerato, la Universidad, y un poquito en Primaria, casi deciden el paso de curso o no de un estudiante: el examen teórico. Se acuerda una fecha y una hora para la cual todos los alumnos deberán tener los conocimientos de tal materia presentes para contestar las preguntas y ser evaluado.

Y aquí me surge la duda: ¿por qué es ese examen el que aporta la información de peso para analizar el progreso de un estudiante? ¿acaso el día a día, los trabajos y tareas, la evaluación continua, no aporta suficiente información sobre las características, actitudes y mejoras de los niños en el proceso de enseñanza y aprendizaje como para ser esta la que más peso tenga a la hora de evaluar?, ¿son realmente necesarios e imprescindibles los exámenes finales?

Se suelen escuchar por ahí comentarios de que el ''no hacer examen'' significa ir por lo fácil. Pero yo no lo veo así. Soy estudiante y puedo poner la mano en el fuego que con lo que más aprendemos es con los trabajos diarios, las tareas de aplicación de la teoría, las exposiciones orales, y demás actividades que se desarrollan a lo largo de un curso en el día a día. En Educación Infantil nos llamarían ''locos'' si hiciéramos exámenes y evaluáramos a los pequeños fundamentalmente a través de ellos. ¿Por qué en etapas superiores esto se ve normal? Claro, porque la capacidad intelectual es mayor... Sí, lo es. Pero tengas 5, 15 o 30 años aprenderás mejor haciendo, aplicando la teoría a la vida, a un caso. Y es ahí donde más y mejor muestras los aprendizajes adquiridos, no en un examen. Hacia las dos o tres semanas después de haberlo hecho, ya aquello que memorizaste para plasmar en un examen
se ha esfumado de tu cerebro y solo queda alguna información fugaz... perdida, casi desconectada. ¡Y se suponía que ese conocimiento debía haber permanecido mucho más!

Si de algo estoy segura es que dicho examen, entendido como un conjunto de preguntas teóricas a desarrollar por el alumno (quedan fuera los exámenes prácticos), es poco fiable por la sencilla razón de que en él el alumno puede estar mostrando no su nivel de aprendizaje, sino su capacidad de memorización. Y aprender y memorizar no son lo mismo en absoluto. Detrás de una buena memorización puede haber un aprendizaje nulo. Por ello, el peso de los exámenes como recurso para la evaluación tendría que evolucionar hasta ser un mínimo porcentaje, y evitar ser el recurso estrella para saber si un alumno aprueba o no.

Realmente, lo que más información valiosa aporta a un docente de cada uno de sus alumnos es lo que observa y lo que percibe de sus niños, sus producciones, sus preguntas, sus trabajos, su actitud frente a los conflictos de aprendizaje. En definitiva, su ser constante
en la dinámica del aula
.

María Alonso, col·laboradora d'EduCa't amb qualitat!

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